miércoles, 6 de enero de 2010

MMDCLXVI

Mis obras literarias latinoamericanas preferidas
1. Ficciones, de Jorge Luis Borges
2. La invención de Morel, de Alfredo Bioy Casares
3. Final del juego, de Julio Cortázar
4. 2666, de Roberto Bolaño
5. Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez

Considerada justamente como una de las mejores (si no la mejor) novelas de la última década, y no solamente en el ámbito de la lengua española, "2666" del chileno Roberto Bolaño me ha deparado una experiencia literaria de primer orden, una prolongada descarga de inmenso rango dinámico que oscila sin solución de continuidad entre la bizantina disquisición intelectual y la dramática descripción del horror absoluto.

Puede por tanto resultar chocante que de entre todos los hallazgos de mérito de la obra me disponga a mencionar una fractura, de poca entidad, que quizás el autor añadió a sabiendas, que quizás no es fractura ni es nada. En cualquier caso es algo que provocó una asociación inmediata con otras lecturas anteriores, y que de manera inesperada volvió sobre la propia novela como un boomerang.

En la página 92 de "2666" (en lo que sigue, me referiré siempre a la edición correspondiente a la Colección Compactos de la Editorial Anagrama en su tercera edición) se dice lo siguiente: "...y sólo sus dedos, alargados como los de una araña...". ¿Cómo? ¿Los dedos de una araña? La lectura de este fragmento me recordó de inmediato algo que había leído años antes. Me refiero al libro "El superhombre de masas" de Umberto Eco. En el capítulo dedicado a glosar el ascenso y decadencia del superhombre en la novela popular, y más concretamente en el apartado en que describe los memorables excesos de Ponson du Terrail y su criatura Rocambole, Eco menciona una de las frases más justamente famosas de este inefable literato: "tenía las manos frías como las de una serpiente". ¿Cómo? ¿Manos de serpiente?

En ambos casos, por supuesto, se entiende lo que quiere decir el autor, pero eso es lo de menos.

Mucho más adelante, en la página 1055, ya cerca del final de "2666", se repasan algunos gazapos (lapsus calami) literarios también justamente famosos, entre ellos el siguiente: "Tenía la mano fría como la de una serpiente", evidentemente del mismo Ponson du Terrail, anque ahora en singular. (Quien quiera conocer el resto de meteduras de pata, iguales de buenas o mejores que ésta, tendrán que leer la novela).

Así pues, de la manera más inesperada, volvemos al lugar del crimen (y perdonenme por usar la palabra crimen al hablar de esta novela). El caso es que este efecto boomerang me hizo replantearme si realmente lo de los "dedos como los de una araña" había sido un lapsus, o en cambio fue algo deliberado... o nada de eso.

Leo en un libro de medicina que la aracnodactilia o "dedo de araña" es la característica de aquellos que poseen dedos largos y finos en las manos. Como mucho se puede alegar entonces que Bolaño no usó una expresión del todo correcta ("dedos como los de una araña" no es lo mismo que "dedos de araña"), pero por mi parte queda libre de toda sospecha.

Quien lea esto se preguntará a qué ha venido por tanto esta parrafada. Se me ocurren los siguiente motivos:
- Mostrar un ejemplo de los mecanismos extraños que hacen que las obras literarias se cominiquen entre sí.
- Mostrar cómo los vínculos que se establecen entre los libros pueden cerrar el círculo de la manera más inopinada.
- Mostrar que el entrañable Ponson du Terrail era un tipo de cuidado.
- Mostrar que antes de consolidar un juicio o hacerlo público es necesario sopesarlo mucho y documentarse todo lo posible.
- Y por último, rendir homenaje a una novela inacabable (cerrar todas las tramas que deja abiertas hubiera necesitado una, dos, infinitas novelas de la misma dimensión) y a su autor, al que seguiremos llorando y admirando en la misma medida mientras nos queden fuerzas.

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